Libertad de enseñanza: educación pública y privada
“El Estado reconoce y garantiza la libertad de enseñanza”
(Art. 13 de la Constitución)
Una reciente visita a la Universidad de Salento (Lecce, Italia) reafirmó mi convicción sobre la importancia de la coexistencia de la educación pública y privada en los sistemas educativos latinoamericanos. Los italianos Dario Antiseri, notable y reconocido filósofo, y Luigino Binanti, profesor e investigador en pedagogía, en sus libros Lettera ai Politici sulla Libertá di Scuola y Escola Pública e Privada no mundo (versiones en italiano y portugués, respectivamente), en abierta crítica al sistema educativo italiano, retoman con fuerza los fundamentos teóricos de la libertad de enseñanza y abordan dos principios fundamentales para sostenerlos: el principio de subsidiaridad y el principio de competencia.
Frente a las pretensiones expansivas del Estado en el sistema educativo, el principio de subsidiaridad constituye la más sólida defensa de la libertad y de responsabilidad de los individuos. Así como no se debe quitar a los individuos aquello que pueden realizar con sus propias fuerzas para encargarlo al Estado, tampoco se debe asignar al Estado aquello que puede ser asumido por los individuos, pues ocasionaría daño y perturbación del orden social. El objetivo natural de cualquier intervención social es ayudar en forma supletoria a los miembros del cuerpo social, sin destruirlos ni absorberlos. Es precisamente en base al principio de subsidiaridad que el Estado debe salvaguardar a sus integrantes y, cuando sea necesario, ayudar las iniciativas de los particulares.
Relacionado con el principio de subsidiaridad, está el principio de competencia. El filósofo austriaco Karl Popper sostuvo que la ciencia crece a través de la más severa competencia entre ideas; y que los problemas se abordan con conjeturas y refutaciones sucesivas, avanzando en la búsqueda de soluciones. Y que mientras más profundo es el problema, las posibilidades de equivocarse aumentan. Por ello, lo importante no es esconder el error, sea nuestro o ajeno, sino la confrontación de las ideas. Aquí radica la bondad del principio de competencia, procurando en conjunto y de modo agonístico la mejor solución.
Si el principio de subsidiaridad representa el baluarte de la defensa de la libertad y responsabilidad de los individuos, el principio de la competencia es una máquina que produce la mejor eficiencia y calidad de las instituciones. Es en este sentido que la competencia resulta la mejor forma de colaboración que beneficia al sistema. Y es por ello que la educación pública y la privada, bajo el rol rector del Estado, deben coexistir para elevar la calidad educativa.